En más de una ocasión habrás escuchado la frase: «Ese libro es un clásico». «Solo leo a los clásicos». «Los clásicos son lo mejor que puedes leer». No puedo restarle razón a esta última, en cambio, sí que puedo añadir algo más: pero no los únicos. Y que seguro que te viene a la mente esos libros ajados por el uso y el paso del tiempo, los que desprenden un aroma indescriptible que ensancha los pulmones como si fuera oxigeno de oro. Esos libros y/o autores que están ahí desde, podríamos decir, el principio de los tiempos y que ya forman parte de la literatura como algo esencial en nuestras vidas lectoras. Que tenemos que leer sí o sí para considerarnos buenos lectores, si no corres el riesgo de que te digan: «eso que lees no vale nada, no es literatura de la “buena”». Hace un tiempo tuve la desafortunada ocasión de escucharla sobre un libro, ahora no recuerdo su título, que estaba leyendo. Mi expresión fue de auténtico rechazo hacia tal afirmación, hui cuan rápido pudieron mis pies. No me detuve ni a sacarle de su error.
Desde entonces, he tenido siempre una pregunta que me rondaba la mente al respecto. ¿Qué es en realidad un clásico literario? ¿Qué hace a un libro ser merecedor de este calificativo que le otorga fama y prestigio o es al revés? Intenté dar respuesta a estas preguntas buscando una definición esclarecedora sobre esto.
Un grupo editorial dice: «Se le considera como un clásico al autor u obra de arte que cuenta con una gran importancia e influencia sobre el posterior desarrollo artístico, en el área en el que corresponda, permanece en el gusto y perdura a través del tiempo. Muestra algo que al ser humano le atañe, lo define, habla de su naturaleza y de los valores universales predominantes. Se le considera como un modelo digno de imitación por cualquier tipo de manifestación artística. En su mayoría aportan al género al que pertenecen, en forma o fondo o en ambos niveles.
La RAE lo define como: «Dicho de un autor o de una obra: Que se tiene por modelo digno de imitación en cualquier arte o ciencia». Como también «a un período de tiempo de mayor plenitud de una cultura, civilización…».
Para Saint-Beuve, crítico literario y escritor francés, «un clásico, además de un texto que debe enriquecer el espíritu humano, debe ser sensato, bello, sano y ser fácilmente contemporáneo a todas las épocas». Y Azorín lo define como capaz de «reflejar la sensibilidad moderna y, por lo tanto, estar en constante evolución junto con la sensibilidad de las nuevas generaciones. Un clásico estático es un clásico muerto».
Esto último afianza mi creencia de que un libro siempre estará sujeto al criterio de cada uno; que se convierta en un clásico, será porque el autor hizo un más que buen trabajo para calar hondo en el lector para que no lo olvide fácilmente. Que perdure generación tras generación dependerá del boca a boca, algo que ocurre cuando el texto consigue remover sentimientos y emociones, provocar reacciones, avivar la llama de seguir leyendo al mismo autor.
Quién no conoce a Jane Austen, Miguel de Unamuno, Cervantes, Poe, García Márquez, todos ellos célebres escritores de su tiempo, pero ¿qué pasa si miramos al ahora? Si extrapolamos todo lo arriba expuesto a la actualidad, creo que podemos decir que a día de hoy hay libros que reúnen estos requisitos para ser catalogados como modelos dignos de imitación y lograr ese reconocimiento sin tener que hablar de tiempo. Si te hablo de una autora española, que crea historias maravillosas con una narración perfecta, que remueven las entrañas, rasgan el alma más cerrada y ennoblece el corazón más duro, esa es, para mí, Ángeles Ibirika. Tan solo ha publicado cinco novelas románticas, aunque para ser sincera, cuatro románticas y una narrativa contemporánea que me estremecieron al leerlas. Si no la conoces, te invito a leerla, en Amazon tienes todos sus libros. Te aseguro que merecen las horas de sueño que vas perder por terminar cada una de sus novelas.
No quiero despedirme sin antes animarte
a decirme qué escritor actual
considerarías como un clásico de la literatura.
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